30.11.10

Internet y desparrame

Últim articulet de l'amic Reverte. Parla d'un tema on crec que a grans trets, porta raó. És a dir, els ritmes astronòmics amb els quals Internet difon i distorsiona la informació - i els ritmes en el quals apareixen comentaris i opinions d'absolutament tot el món - provoquen que el flux sigui tan gran que no es pugui resseguir. És a dir, hi ha molta informació, molta distorsió, i alhora un es perd moltes coses. Com si el paller tingués moltes agulles però quaranta vegades més palla. El que ve a dir l'Arturo és que qualsevol comentari i opinió pot ser tergiversat, mal entès i provocar reaccions indesitjables. Tanmateix, penso que Internet com a eina aconsegueix l'objectiu de poder connectar tothom amb tothom. També és cert, per altra banda, que la desinformació ha existit sempre, és a dir, no cal Internet per deformar i tergiversar una informació, això ha passat sempre: Quan no hi havien mitjans impresos, la viva veu podria deformar un missatge en no gaire temps, i quan hi havien mitjans impresos - i després internet - sempre es podia deformar la informació sota el prisma de la ideologia de cadascú, cosa que a més ja passava sense diaris. És a dir, abans d'Internet, diaris i informadors ja distorsionaven la informació. Tot i això, també té raó Reverte al criticar aquells mitjans que usen internet per trobar nous titulars. Això sí que és una magnitud nova del fenòmen de la desinformació.

Destacar també, i això és crítica meva, la vena nacionalista espanyola que treu Reverte quan critica les altres llengües de la Península, menyspreant - els que menciona - el bable i l'aragonès així com el català, l'èuscar i el gallec, en un comentari que treu durant l'a
rticle. És habitual en ell, donat que la seva opinió sobre Espanya dista molt de ser plurinacional, només cal recordar que firmà el famós Manifiesto por una lengua común. El mareix Arturo ho justificà en el seu moment (I i II), i en aquest blog hi ha un article del Juan Carlos Moreno sobre aquest manifest.




Internet y desparrame

XLSemanal - 29/10/2010


Me sorprenden algunos amigos lectores porque, tras diecisiete años escribiendo ajustes de cuentas semanales -que para mi salud mental como español resultan de lo más higiénico-, hace poco se montara un pifostio en torno a cierto comentario mío, hecho en un humilde rincón de la red social Twitter, sobre la opinión personal y razonada que tengo de la gestión política de cierto ministro pasado a peor vida (apuntemos, de paso, que según la 22ª edición del diccionario de la RAE y en la quinta acepción del palabro, un mierda -escrito con artículo masculino- significa, literalmente, persona sin cualidades y méritos). Como digo, se extrañan esos amigos de que en todos estos largos y tormentosos años nunca se montara cisco semejante, pese a que, como certificarán los responsables de XLSemanal, algunos de sus cabellos encanecidos se deben a esta página pecadora; en la que, aparte disgustos empresariales con anunciantes y poderes más o menos fácticos, el teléfono y el correo tuvieron momentos de gloria, lo mismo en tiempos de la España prepotente, meapilas, ladrillera y cañí del amigo Ánsar, que cuando no hace mucho comenté los sentimientos que la vista del palacio de las Cortes despierta en mi espíritu, o cuando dediqué un artículo -Permitidme tutearos, imbéciles- a la política educativa española de los hunos y los hotros: esa casta política demagoga y oportunista que ha conseguido hacernos analfabetos en diecisiete libros de texto y cuatro idiomas distintos, sin contar el bable asturiano y la fabla aragonesa. Ni siquiera llegó a tanto cuando, gobernando el Pepé, glosé en términos contundentes -dos sustantivos con preposición en medio- la figura de Pío XII, el papa entrañable que se hacía fotos místicas con un pajarito posado en un dedo mientras los nazifascistas deportaban y gaseaban a cientos de miles de judíos bajo sus pastorales narices. Dense ustedes una vuelta por el gueto judío de Roma, por ejemplo, que todavía está allí. Miren las placas conmemorativas y sabrán a qué me refiero.

La respuesta a por qué en esos y otros casos el desparrame no llegó a tanto, mientras que en éste varios ministros -en su acepción genérica de hombres y mujeres que ocupan el cargo- me concedieron el privilegio de pronunciar mi nombre en los telediarios, es lamentablemente obvia: Internet, las redes sociales y la obligada simplificación de muchos de sus mensajes, se caracterizan por la potente difusión, el acceso indiscriminado y la fácil superficialidad. Cualquier mensaje puesto allí puede rebotarse millones de veces con extrema rapidez. Además, todo usuario, desde la lúcida mente científica hasta el cretino más tarado que imaginar podamos, tiene a mano expresar su opinión en Internet bajo nombre real o fingido, con la simplicidad de darle a una tecla y la impunidad opcional del anonimato. Con el incierto resultado de que lo mismo valen estadísticamente las opiniones del escritor y caballero Mario Vargas Llosa, del profesor Gregorio Salvador o del científico y académico José Manuel Sánchez Ron, que las de cualquier tiñalpa analfabeto y con seudónimo que decida asomarse a la red.

Pero la causa principal, en mi opinión, es la superficialidad. Una característica de Internet es que ahí todos corremos el riesgo de opinar, basándonos en frases leídas al azar, fuera de contexto, o en mensajes mil veces rebotados y que se deforman y desnaturalizan por el camino, sobre cuanto la amistad, el entusiasmo, el rencor, la ideología, la simple estupidez, hacen decir a unos tras leer de otros lo que, a su vez, éstos aseguran que alguien dijo. Luego, ese despelote salta a ciertos medios informativos siempre ávidos de titulares, de etiquetas fáciles y de agua a su molino; notoriamente, en esta triste, cobarde y demagógica España, donde tantos paniaguados rascatertulias a sueldo de sus amos, de ésos que nunca pierden ningún tren porque corren delante de cualquier locomotora, se ganan el jornal. De tal modo, una maraña de información insustancial, hecha de comentarios inexactos, cuando no falsos o malintencionados, acaba suplantando el hecho real y los argumentos originales. Y al cabo es lo que queda. Permítanme un caso propio: hace poco publiqué en esta página un artículo titulado Notario del horror. A las veinticuatro horas, en un lugar de Internet, una sucesión de usuarios estaba poniéndome a parir por recomendar las memorias de un secretario judicial de Burgos, nada menos que capital rebelde durante la Guerra Civil. Por darle coba a un represor fascista. Hasta que otros internautas, que sí habían leído el artículo, les aclararon que el tal secretario judicial era de izquierdas y narraba las ejecuciones masivas de republicanos en aquella ciudad. Y que llamarme asalariado del Pepé, facha y nostálgico del franquismo por alabar ese libro, resultaba, cuando menos, inexacto.



Fvscvs Dominvs



Scriptvm factvm dies ante kalendas decembrii anno MM CC VII ab Rebellione Hiberibvs