Passo alguns dels textos que he pogut trobar, i amb els quals estic completament d'acord, sobre els fets ocorreguts durant els dos últims dies als voltants Parc de la Ciutadella, tancat pels Mochos d'Esquadra, i sobre la protesta que s'havia organitzat, des de feia dies, per intentar dificultar l'accés al Parlament, on s'havien d'aprovar importants retallades socials, que evidentment no són de cap manera representatives de la població. Cal deixar-ho clar, queda en entredit, des de fa temps, la legitimitat de la representació democràtica tal i com està avui dia muntada. Per mi no és gens democràtic que el vot d'un ciutadà sigui utilitzat per retallar-li prestacions socials i per mantenir l'status d'un sistema bancari que ha provocat una crisi econòmica que es vol fer pagar a la ciutadania. També seria important recalcar un text que circula per circuits virtuals catalanistes - tant participants del 15-M com no - on s'expliquen i alhora denuncien les pràctiques obscures i poc clares dins la organització de la Plaça Catalunya sobre el tema de l'autodeterminació, entre altres coses, dificultats, pals a les rodes i traves burocràtiques - sembla mentida, fins i tot aquí xD - per fer arribar als textos de mínims una cosa que l'assemblea va aprovar, és a dir, representativa i justa, així com al meu entendre necessària, per la demanda d'una millor democràcia. En cap cas la millora de la democràcia pot obviar el dret d'autodeterminació dels pobles, per molt que el moviment reflexi molta gent que hi està dins i és contrària a la autodeterminació de Catalunya. Evidentment, ni els infiltrats, ni els violents, com tampoc aquests anti-catalanistes, representen el moviment: Ningú ens representa!.
Aquest primer text, del blog d'un senyor esquerrà anomenat Carlos Carnicero. Aviso que els tres textos estàn en castellà, no se'm cauràn pas els anells per fer-ho, ni a ningú.
Empecemos por el principio: toda manifestación de violencia es condenable; si va dirigida contra los legítimos representantes de los ciudadanos, es absolutamente intolerable. Si además pretende impedir que los diputados ejerzan sus responsabilidades parlamentarias, no sólo es radicalmente reprobable sino que representa un hecho insólito en la vida democrática española que no se puede consentir.
Hasta aquí, las manifestaciones de principios.
Pero analicemos un poco más los hechos, para que los principios enunciados no nos impidan ver la globalidad de lo ocurrido.
Cuando el Barça celebra una liga o una champions, es usual que grupos de descontrolados -o no tanto- terminen usando la violencia en Las Ramblas, sembrando el pánico en los transeúntes y motivando la actuación de la policía. Entonces, a nadie se le ocurre decir con los socios del Barça sean unos vándalos. Se dice que unos “incontrolados” al calor de la celebración, aprovecharon para armar actos de violencia.
El señor Félix Millet, que continúa en libertad, hizo un agujero tan grande en el Palau de la Música que nadie se explica como pudo haberse llevado tantos millones de euros sin que nadie se dirá cuenta. Ese hecho insólito, no suficientemente explicado, y judicialmente manejado de manera harto extraña, no convierte a la burguesía nacionalista catalana en ladrona de fondos públicos.
Ahora veamos los golpes de efecto de los incidentes en las proximidades del Parlament. Primero, que más llamativo que un helicóptero para acudir al pleno. Se se utiliza un artefacto volador, será porque algo verdaderamente grave estaba pasando. ¿Había otra manera de resolver la situación? ¿Podía emplearse el helicóptero porque se sabía o al menos se intuía que iba a haber actos violentos. Serían, en todo caso, los primeros incidentes de violencia después de un mes de movilizaciones.
El movimiento de “indignados” es incómodo para demasiada gente. Al principio, casi nadie se tomó en serio la manifestación del 15-M. Cuando los asistentes desbordaron todas las previsiones, los medios de comunicación clásicos o tradicionales se llevaron las manos a las barbas para acariciárselas y buscar un tratamiento adecuado. Hubo reacciones tardías, porque las primeras cuarenta y ocho horas, en las tertulias de radio y en los artículos de opinión, no hubo reprise para adecuarse al fenómeno.
Estaban los libros de Stéphane Hessel y de José Luis Sampedro. Demasiado éxito de ventas como para ponerles reparos, pero en el fondo era un aplauso de claque obligada; sin entusiasmo. La misma reacción que frente al pensamiento de José Saramago o Eduardo Galeano.
Al primero se le dio un premio Nóbel pero nadie del stablishment tomó en consideración su pensamiento sobre el capitalismo. Hay que leer lo que dice Galeano sobre los ejecutivos financieros, pero es como un jarrón chino de nuestro sistema de pensamiento: está bien que esté al lado de la chimenea, se dice que se le valora, no gustaría que se rompiera, pero nadie lo tiene en consideración ni siquiera para ponerle, al jarrón, flores frescas. Son como la coartada necesaria de una civilización que se tambalea pero que no quiere cambiar para sobrevivir, porque hay demasiado acomodo en este sistema imperfecto e injusto.
Con esos parámetros, la persistencia de la “indignación” había comenzado a ser terriblemente indigesta. Para los grandes partidos, incluida Izquierda Unida, era una amenaza que podría llegar a convertirse en alternativa. Con todas las dificultades que tiene un movimiento transversal hermanado sólo en la protesta podría -y todavía puede- generar una democracia alternativa e integrarse en el sistema sin el control de los partidos ni de las instituciones.
Y de repente fueron apaleados en la Plaza Catalunya. Ahí están los vídeos, los testimonios y la desproporción en el uso de la fuerza de los Mossos d’Esquadra. El conseller Puig, no sólo no aceptó responsabilidades sino que se inventó un futuro casco con vídeo para demostrar retroactivamente lo contrario de lo que todos los fotógrafos, testigos y cámaras de televisión observaron: unos ciudadanos que ejercían la resistencia pacífica fueron brutalmente aporreados por la policía.
Los Mossos d’Esquadra tienen una bien merecida fama de policía xenófoba, torturadora y racista, entre otras “cualidades”; bueno, para no caer en la descalificación generalizada que ahora se aplica a los “indignados”, diremos que sumergidos en esa policía que parece que tiene patente de gracia por su pátina de catalanidad, hay individuos, bastantes individuos, “adornados” con las cualidades que se han apuntado.
Cualquier periodista que haya hecho información de Interior sabe que las fuerzas antidisturbios son instruidas en las academias de policía en la infiltración para reventar manifestaciones. Hay vídeos tomados de los sucesos de ayer en el Parlament que cuanto menos dan para una investigación. Esas personas que llegaron juntas, con chaquetas hasta de cuero en día de tanto calor, e iniciaron los actos de violencia, ¿eran en realidad policías de paisano? Si no lo eran, nadie mas interesado que la Generalitat en demostrar la falsedad de esa imputación. Y, si lo eran, ¿nadie va a cargar con las responsabilidad de una maniobra tan sucia con respecto a un movimiento que hasta ese momento no había sido cogido en renuncio?
Es una preocupación que no puede quedar sin investigación, precisamente para señalar a todos los culpables de las agresiones y proteger el crédito de quienes se manifestaron de forma pacífica y no utilizaron la violencia.
Este esfuerzo mío me temo que va a ser solitario y además manipulado. No servirá de nada que haya condenado explícita y radicalmente el uso de la violencia y la coacción frente a los parlamentarios catalanes. La campaña ya está desatada. No conozco a nadie que le convenga que los indignados tengan recorrido político más que a ellos mismo y a quienes directamente les apoya.
Los medios de la caverna les llaman “perroflautas”, drogadictos, violadores y cualquier otra lindeza. Los medios tradicionales que no son de la derecha extrema, se están dando un baño de pureza democrática para condenar la violencia al mismo tiempo que no les viene mal desprestigiar un movimiento al que no le dan mucho recorrido y que además está motivando un sistema de comunicación alternativo a los medios tradicionales. La extensión de la responsabilidad por lo sucedido se generaliza a todo el movimiento de “indignación”. El juego de palabras del president Mas ha sido el pistoletazo de salida para el descrédito. “indignados” o “indignos”: demasiado fácil la disyuntiva; demasiado precipitado el diagnóstico.
Si en Italia las redes sociales han vencido a las cadenas de televisión de Berlusconi, por qué la democracia 2.0 no puede pasar por encima de las barreras de la prensa empeñadas en poner en cuestión la legitimidad, fundamento y desarrollo de las propuestas de los manifestantes.
Hay algo esencial para que todo no acabe en un falso sueño. La no violencia es un fin en sí mismo –por el rechazo a toda forma de coacción en un sistema democrático, y ésta sin duda lo es- y además la condición esencial de que el movimiento iniciado por quienes están siendo castigados por un sistema desproporcionado e injusto tenga futuro.
No es fácil controlar multitudes; es muy difícil, todavía más difícil, evitar que fuerzas policiales de paisano lleguen a infiltrarse como provocadores.
No es una acusación, es una invitación urgente a que se investiguen los hechos. Pero me temo que sus señorías están tan indignadas como la mayor parte de la prensa y los intelectuales orgánicos. Pensar independiente es correr riesgos incluso de ser despedido. No conozco mucha gente en este oficio ni en el oficio de pensar que esté por la labor de arriesgarse a nadar contra la corriente. El compromiso intelectual siempre fue un acto de soledad y que ha exigido prescindir de la condición de oportunidad. Los pensamientos no deben entender de narcisismo utilitarista frente a los espejos convexos de ésta sociedad.
Els altres dos textos són extrets del diari El País, són dos articles que, curiosament, diria que contradiuen l'editorial del diari.
JOSEBA ELOLA Los radicales del 15-M
Los indignados no son violentos
Siéntate en el suelo y levanta las manos. Esa es la consigna. Si ves llegar a un policía con intención de desalojarte, moverte o pegarte, actitud pacífica. El mensaje no puede ser más nítido. Cualquiera que haya acampado u ocupado un espacio público como parte del Movimiento 15-M sabe que la violencia está descartada. La actitud pacífica está en el ADN del movimiento.
Lo que sucedió ayer en Barcelona no cuadra.
Acampados de todas las latitudes -entre ellos los de Sol, en Madrid- emitían ayer comunicados desmarcándose de la violencia. Inundaban las redes de mensajes contra lo ocurrido en Barcelona. Las voces también se alzaban contra los que impidieron en Madrid que el coordinador de Izquierda Unida, Cayo Lara, hablara con la prensa al final de una concentración para evitar un desahucio.
Decir que el 15-M se ha vuelto violento, como probablemente escuchemos en decenas de tertulias y foros mediáticos, es como decir que los políticos son unos chorizos. Si algo no puede hacer un movimiento horizontal, abierto y pacífico como este es controlar a cada uno de los que acuden a sus actos de protesta. Hay gente antisistema entre sus filas, claro. Una minoría, pero ahí está. Pero incluso un buen número de estos ha abrazado la lógica de la no violencia al darse cuenta de que produce mejores resultados y redunda en mayores apoyos. Evidentemente, siempre puede haber algunos violentos que aprovechen el momento. Flaco favor le hacen a los suyos, si es que son los suyos: solo los interesados en cargarse el movimiento desean que haya violencia. Eso mataría al movimiento.
El problema, como siempre, es dónde ponemos el foco. Los medios reproducirán cientos de imágenes de detenidos, de agresiones, de instantes de violencia. Eso es lo que indigna a los indignados, lo que alimenta su desconfianza hacia los medios. Para ellos, lo relevante es hablar de los recortes que se aprestaban a aprobar ayer en el Parlamento catalán para que la crisis la sigan pagando los de siempre. Consideran que poner el foco en la violencia es quedarse en la anécdota, olvidarse del fondo.
El 19-J, este domingo, Democracia Real Ya ha convocado una nueva manifestación. Esta vez contra el Pacto del Euro. Consideran que los medios no se están haciendo eco de una iniciativa que supondrá nuevos recortes para la gente, ninguno para los bancos. Y miran con perplejidad tanto énfasis y atención desplegados ante las acciones lamentables de unos pocos de los que también pueden decir: "Que no, que no, que no nos representan".
Las razones de los toldos
Parece mentira, pero no lo han entendido. Las imágenes de los acampados seguramente no bastan para quitarse de encima las costumbres felices y apacibles de una democracia próspera que ha empezado a dejar de serlo, como en otros países europeos. Demasiada gente empieza a sentir que la prosperidad es cada vez más cosa del pasado, que los recortes sociales no son papel mojado sino actuaciones políticas con efectos reales y quizá todavía algo más: que la misma clase política es la única responsable, para bien y para mal, de lo que sucede en el espacio público y no parece que tenga interiorizada esa responsabilidad ante quienes de veras están padeciendo el desempleo, las reducciones de salario o las rebajas de servicios. Eso dice el 15-M y eso decían los concentrados en la plaza de Cataluña de Barcelona imprudente y temerariamente desalojados por el consejero de Interior de la Generalitat Felip Puig.
Hay cálculo político en la actuación de la Generalitat: justificar la violencia frente a indignados y rebeldes
Algunos políticos no entienden que hay un polvorín de gente muy cabreada
Pero él sí ha aprendido la lección y la chulería innata y conocidísima del personaje acaba de jugarle una mala pasada. La respuesta política del consejero a las protestas por la actuación policial de hace un par de semanas la hemos tenido estos días, y sobre todo ayer miércoles en el parque de la Ciutadella, en cuyo interior está el Parlamento de Cataluña. Desde hacía días tanto Felip Puig como el resto de lectores de periódicos y medios audiovisuales sabíamos que había una concentración programada para impedir el acceso al Parlamento el día del debate del presupuesto. La tarde anterior la afluencia de grupos fue creciente y sobre todo concentrada en dos de los accesos al parque de la Ciutadella, los dos más alejados del Parlamento. Se desalojó el parque y se cerraron las puertas por la noche. Y hasta mañana por la mañana, debió de pensar Felip Puig. De oficio, me parece a mí, todas las alarmas en Interior debían haberse disparado el día antes para proteger el derecho y el deber de acudir al Parlamento a discutir la Ley de Presupuestos. Pero no, por la mañana las puertas de acceso fueron custodiadas por la policía para permitir el paso de los diputados, varios de ellos fueron zarandeados, insultados y acosados pese a la presencia de la policía autonómica, que acabó aconsejando cambiar de ruta o desistir de entrar por ahí.
La coacción de los concentrados contra los diputados es obvia y obviamente reprobable: estaba anunciada ampliamente por ellos mismos. Pero era reprobable en la mañana del miércoles y también el día anterior. La pasividad de Felip Puig no fue desatención o negligencia sino cálculo político astuto e irresponsable: desertó del deber de proteger a los parlamentarios ante la amenaza conocida y yavisible. Pero prefirió no actuar.
El resultado de su inhibición forma parte de la estrategia retadora del personaje: ha dejado actuar a los jóvenes movilizados para justificar ante las cámaras y en horarios de máxima audiencia que la única manera de actuar contra los descontentos, indignados o rebeldes sociales puros es la violencia. Y Artur Mas salió enseguida, en discurso solemne, hablando de violencia callejera y del traspaso inadmisible de las líneas rojas. Lo ha dicho como si no supiese que hay un polvorín social de gente muy cabreada y al borde de la incomprensión, de no saber qué hacer y de tener miedo físico al futuro.
Para demasiados políticos es como si la euforia de sus victorias electorales les hiciese creer que más o menos todo sigue igual y estos enredos no van a desinflar el globo de sus pequeñas victorias, o como si nada demasiado grave estuviese pasando y el movimiento del 15-M fuese una expresión nostálgica del 68 (¡ay, el 68...!) o un residuo menor de la agitación de épocas periclitadas.
Yo creo que se algunos políticos se han olvidado completamente de lo que significa la violencia callejera como reacción explosiva contra el desánimo, el miedo o la sensación de no pintar nada. Cuando los políticos reclaman cordura a los movilizados parecen olvidar que están ahí precisamente para expresar la falta de cordura de obviar sus protestas, de no entender que expresan un malestar de fondo y forma que tiene que ver con la indiferencia de fondo y la tolerancia de forma con que han sido escuchadas y digeridas sus protestas.
Algunos, en nuestras Cámaras de representación política, parecen estar fuera del planeta Tierra; y quizá son demasiados quienes necesitan llamadas tan crudas de atención como la de ayer para comprender que la irritabilidad social, la abstención electoral y el voto en blanco son ingredientes activos del deterioro de la confianza en el sistema y del empobrecimiento contable, material, de las condiciones de vida de muchos ciudadanos (por cierto, entre ellos, muchos, muchos con carrera y estudios universitarios, y no precisamente agitadores profesionales, aunque a este paso vayan a acabar siéndolo).
Artur Mas ha enfatizado la legitimidad de la violencia policial en democracia para preservar la función del Parlamento. Tiene razón: lo que no se comprende es que deba poner énfasis en una obviedad semejante y tampoco se comprende bien si sabe o no sabe que esa declaración es la mejor forma de alimentar una espiral descontrolada de violencia. Las amenazas de su chulo de guardia en Interior y las suyas propias apelando a la legitimidad de la violencia engendrarán indefectiblemente un efecto de violencia mayor en los movilizados.
Tener el monopolio de la violencia obliga a ejercerla con cálculo y previsión, sobre todo cuando se está ya informado de la acción coactiva prevista nada menos que contra parlamentarios. Si no fuese una irresponsabilidad por mi parte, diría que tanta pasiva imprevisión es una estudiadísima desactivación de las razones de los movilizados por la vía de las imágenes televisivas, el humo, las carreras y el acoso (intolerable e inaceptable) a los parlamentarios. O la imagen del caos, como dijo Mas, obviando por completo lo que significan de verdad el caos y la violencia callejera.
Quizá muchos de ellos no han acabado de entender las razones de fondo y forma de una movilización con mayoritario ánimo de regeneración democrática y que precisamente por eso acude a las puertas del Parlamento. De golpe va a resultar que el modo de desactivar al M-15 va a ser convirtiéndolo en agitación revolucionaria de vieja estirpe sin respetar ni entender lo que de veras significa: el rechazo a la debilidad política frente al poder del dinero, la incapacidad para mitigar el alcance social de los recortes y la insensibilidad ante el debilitamiento del Estado social cuando más falta hace. Las porras policiales sueñan con derribar no los toldos, sino las razones de los toldos.
Jordi Gracia es catedrático de Literatura Española en la Universidad de Barcelona.
I des d'aquí avisar a tothom que espero que la violència dels infiltrats dels Mochos d'Esquadra, com ara "el tío de los brazakos" que apareix al famós vídeo de youtube dels policies de paisà dins la manifestació - que, per cert, es veuen dos cascos corrent davant dels mossos al principi del vídeo, a veure qui porta casc i jaqueta amb la calor que fa - amb els braços creuats i fins les celles de creatina; o bé la violència dels ja famosos "perroflautes" - recordo que un parell o tres de centenars de persones van continuar l'acampada a Pl. Catalunya desobeint el consens de l'Assemblea - sigui a partir d'ara assenyalada amb dit acusador i filmada per quatre-centes càmeres que ho puguin penjar a la xarxa, perquè quedi clar que la violència no és indignada. És indignant.
Fvscvs DominvsScriptvm factvm XVI kalendas iulii anno MM CC VIII ab Rebellione Hiberibvs